lunes, febrero 15

Robo

Algunas veces,
las sábanas, un libro,
el cristal de una ventana,
cualquier espejo,
y los sonidos del alba,
casi todos,
se apoderan sin clemencia
de la soledad

La lluvia se queda entonces quieta
sobre mi vientre yermo.
Y no hay quien me auxilie a levantar
mis derribados huesos.

Los objetos reclaman su memoria.
Exigen que pronuncie su historia.

Un chapulín de hojas muertas
prepara el salto
mientras los libros se extienden
en ramas de palabras mudas.

Y no hay quien mire el nudo
en mis pupilas.

febrero 15, 2010

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